En las profundidades de la Arboleda de las Brujas, pérfidas hechiceras se reúnen en sus aquelarres y ríen diabólicamente mientras remueven sus burbujeantes calderos. No existe maldición ni mal de ojo alguno que Beatrix no conozca. La Reina Bruja surca el negro cielo nocturno montada sobre su carruaje de calabaza en busca de héroes a los que embrujar con sus mortíferas pociones y sus brebajes malignos.
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