A los 14 años de edad, Mizaru perdió la vista debido a la maldición de una bruja, y su historia podría haber acabado ahí; sin embargo, se negó a caer en la amargura y canalizó su ira en aprender a vencer su aflicción. De esa manera, pulió sus sentidos hasta ser capaz de transitar por rutas y senderos mediante el sonido y, a modo de bastón, la vaina de su espada, así como de identificar a la gente por su olor, y de detectar y seguir cualquier movimiento por el más leve sonido.
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